Hacia finales de la década de 1980, la población checoslovaca aceptaba todos los cambios sustanciales, y en muchos casos inesperados, con bastante comprensión. Trataba de adaptarse a las condiciones de la economía y a la sociedad democrática, no obstante la sociedad comenzó a polarizarse desde el punto de vista nacionalista. El Foro Cívico y Público Contra la Violencia, en su calidad de movimientos que carecían de una firme estructura jerárquica, no fueron capaces de dirigir los asuntos públicos. Una enorme cantidad de sus simpatizantes comenzó a divergir en aspectos locales, fuera de las generalidades.
Como consecuencia lógica de esta realidad el Foro Cívico se dividió y se separo el Partido Cívico Democrático, bajo la dirección de V. Klaus y de tendencia derechista, mientras que el grupo menor, Movimiento Cívico, trataba de seguir siendo fiel a los ideales iniciales. En 1990 hubo un gran enfrentamiento acerca del nombre que habría de darse al nuevo Estado. Los diputados eslovacos rechazaron la propuesta del presidente Havel sobre regresar al nombre de Republica Checoslovaca. Solo después de largas negociaciones fue aceptada la variante República Federativa Checa y Eslovaca. Detrás de esta disputa se ocultaban grandes diferencias sobre la evaluación del pasado común.
Por otra parte, la reforma económica influyó de manera diferente sobre ambas partes del estado, en Eslovaquia fue aceptada con más reservas que en el País Checo. Ambos gobiernos nacionales promovían la idea de que serian las repúblicas fortalecidas, y disponiendo de sus propios instrumentos para tomar decisiones, la base de la Federación verdadera. La creciente independencia de la Federación significaba su alejamiento mutuo. El Estado comenzó a separarse progresivamente de forma irreversible. Los eslovacos pedían un cambio en las relaciones entre ambas naciones, sobre la base de una confederación o la independencia de Eslovaquia. La población checa rechazaba la idea de la unificación confederativa, sin embargo, reconocía el hecho de que no podía obstaculizarse al pueblo eslovaco su camino hacia la soberanía nacional. Los resultados contradictorios en la República Checa y la Eslovaca en las segundas elecciones de 1992 reflejaron la orientación distinta de la mayor parte de las instancias políticas de ambas naciones y contribuyeron a la decisión sobre el futuro del estado común. Bajo esta situación, no se pudo constituir un parlamento que funcionara ni un gobierno capaz de actividad. Los ganadores de las elecciones por eso iniciaron una serie de negociaciones durante las que se acordó la división de la federación. El 25 de noviembre de 1992 fue tomada la decisión sobre el fin de Checoslovaquia en la Asamblea Federal y el 16 de diciembre del mismo año el Consejo Nacional Checo aprobó la constitución del estado checo independiente. La división transcurrió de forma tranquila y digna, constituyéndose dos estados diferentes y autónomos.
El papel de los nacionalismos en la separación
Si bien la división de Checoslovaquia entre checos y eslovacos se produjo a través de acuerdos políticos, por detrás de estos hechos concretos existen sentimientos nacionalistas que existen desde hace mucho tiempo y conviven desde, al menos, mediados del siglo XX. Estos sentimientos no son iguales en ambos pueblos y, con la llegada de los cambios ocurridos durante la década de 1990, han desempeñado un papel preponderante en la separación.
El nacionalismo eslovaco
En la declaración del diputado Kersten en 1952, dijo “[...] los hechos nunca fueron, son ni quieren ser eslovacos, y los eslovacos nunca fueron, son o quieren ser checos. Desde siempre los eslovacos se opusieron al comunismo y siguen aún hoy rechazándolo intransigentemente.” En ese discurso proclamo que es de interés para la justicia y la paz mundial que la nación eslovaca sea libre y que pueda elegir su gobierno.
En el Consejo Eslovaco de Liberación, en el marco del XXVI aniversario de la proclamación de la Republica Eslovaca, se proclamó que “en 1945 la así llamada Checoslovaquia fue impuesta a los eslovacos, y les fue quitado el derecho a la independencia contra su voluntad y en oposición a los principios de las proclamas internacionales. El despojo de la independencia a los eslovacos fue obra de la venganza de los políticos checos y de sus aspiraciones imperialistas.”
Estos son claros ejemplos de la existencia de un sentimiento nacionalista que viene desde hace mucho tiempo, y que los acontecimientos políticos en cierta manera han dejado en un segundo plano, pero que con la caída del régimen soviético sobre Checoslovaquia vuelven a salir a la luz.
El nacionalismo checo
Siguiendo el trabajo del antropólogo checo Ladislav Holy, los checos nunca admiten abiertamente ser nacionalistas. Desde su punto de vista los germanos y los eslovacos pueden ´sufrir de nacionalismo`, pero no el pueblo checo. En las sucesivas entrevistas de Holy sale a la vista que el ´ser checo` no es algo que se adquiere culturalmente sino que es una condición innata. Holy estudia las manifestaciones nacionalistas del pueblo checo y concluye que, a su entender, los checos por lo general niegan la existencia de un sentimiento plenamente ´nacional` y atribuyen cualquier disputa en torno a esto a la idiosincrasia de los otros pueblos, entre ellos el eslovaco. Según él, a los checos no les gusta que los extranjeros hablen su lengua, e incluso después de haber tenido largas conversaciones en checo ellos intentaban hablar en el idioma del extranjero. Holy interpreta esto como un ejemplo del sentimiento de que uno ´nace` checo y la lengua es un signo inseparable de esto.
Siguiendo al autor, al concebir el ´ser checo´ como algo natural, los checos ven al estado como algo artificial, con lo cual la nación siempre será más importante. La nación esta justificada a rechazar el estado por ser ella misma una representación natural del pueblo checo. En los eventos de noviembre y diciembre de 1989, el apelar a la nación como un todo y el uso de los símbolos nacionales por parte de la oposición política fue evidente en todo momento. La gente se concibió a si misma como una nación colectiva, rechazando al estado, no como individuos separados. La supremacía de la nación sobre el estado, desde la visión checa, también podría explicar la indiferencia general hacia la separación de Checoslovaquia, debido a la creencia en su ´grandeza como nación`.
Desde la sociedad política checa también existen opiniones nacionalistas, como es el caso del Ministro de Asuntos Exteriores de la República Checa, Jan Kavan, que sostiene que la desintegración de Checoslovaquia demuestra que en toda su historia nunca se logró superar el desequilibrio existente entre las naciones checa y eslovaca.