La guerra entre los EEUU y España: El Desastre del ´98
En 1898 se desató la guerra entre España y los Estados Unidos de América.
La derrota de España, en la que perdió la última colonia de su imperio, humillante además, fue un golpe psicológico terrible para esa nación…porque llovía sobre mojado.
Después de un siglo de guerras ruinosas, guerras civiles y golpes de Estado, en que España además de hundirse había perdido el tren de la revolución industrial. Llegaba un golpe que era la proverbial gota que colma el vaso ya lleno de agua.
Después de la guerra, una ola de profundo pesimismo, desconcierto y feroz autocrítica, sacudieron las bases intelectuales y políticas del país, azuzando y asentando radicalismos que marcarían el siglo XX español.
Para los Estados Unidos, sin embargo la guerra del 98 fue un espaldarazo a su política de superpotencia expansiva, y una inyección de moral.
El camino a la guerra
Desde 1868 en Cuba estallaban rebeliones independentistas, a menudo mal atendido el problema cubano, a causa de los problemas españoles en la propia Península Ibérica.
La larga, cruel y ruinosa guerra inicial de diez años, enquistó el movimiento independentista en la Isla, que sufriría nuevos levantamientos. En general se considera que la mitad de la población seguía siendo españolista (y muchos voluntarios en la guerra).
En 1896-97 el general español Weyler consiguió dominar la parte occidetal y asestar un duro golpe a los restos rebeldes, la situación parecía a punto de controlarse. Cosa que a los norteamericanos, que deseaban ver caer Cuba como fruta madura en sus manos, no les hizo mucha gracia.
Sin embargo, el presidente del Gobierno español fue asesinado en circunstancias polémicas, por un anarquista apoyado por los “diplomáticos” rebeldes cubanos en París. Los cuales a su vez parecían tener conexiones sospechosas en EEUU.
Weyler fue sustituido por Blanco, que ofreció la Autonomía a la isla, y trató de negociar de forma conciliadora. Esta actitud de conciliación fue interpretada como debilidad y la rebelión reavivó. Aunque estaba bastante claro que los rebeldes por sí mismos no podrían con los españoles, y que perdía fuerza en general la rebelión con cada vez menos hombres dispuestos a levantarse contra los españoles. Algo que a los expansionistas en EEUU les preocupaba.
EEUU:
EEUU, después de presionar a España hasta que esta le vendió Florida. Comenzó a ambicionar Cuba.
En su territorio consentía primero a los rebeldes cubanos, y más tarde los apoyaba, tanto con dinero como con propaganda.
Los EEUU ofrecieron a España comprar la Isla bajo amenazas de futuro veladas. Y se inmiscuyeron en los asuntos internos españoles en Cuba constantemente.
Un papel propagandista destacado fue el de la prensa amarilla, liderada por personajes como Heart. “Iré a Cuba y si no hay una guerra sobre la que escribir la montaré”.
El Maine
Después de algunos disturbios en Cuba, con la excusa de proteger sus ciudadanos, los EEUU mandaron como otra provocación más a España a un barco de guerra de “visita” a La Habana. Llamado Maine. El 15 de Febrero de 1898 el acorazado Maine explotó.
El capitán del Maine, que estaba en una fiesta con los oficiales dada por las autoridades españolas, se levantó de la mesa al oír la explosión gritando “el barco”, con una sorprendente capacidad clarividente del origen de la explosión.
Más tarde escribiría “todos los oficiales se han salvado”, los marineros, muchos negros o inmigrantes, y que solo cubrían un extraño 20% del total de personal de marinería que debía tener el barco, no parecieron preocuparle y tenían orden de no bajar a tierra.
Inmediatamente la prensa amarilla americana comenzó a hablar de “artefactos secretos diabólicos del enemigo” y cosas similares.
Por otro lado, tanto españoles como americanos crearon comisiones de investigación. Ya que pese a la propuesta española de formar una conjunta, los americanos se negaron.
La norteamericana se limitó a un “paripé” que consistía en entrevistar algunos marineros, examina informes de submarinistas y preguntar al capitán del barco.
Después de lo cual llegaron a la conclusión de una explosión externa, es decir, una mina o artefacto similar, que responsabilizaba a España.
Expertos independientes o externos, incluidos de origen americano, abogaban por una explosión accidental interna, pero no fueron tenidos en cuenta.
En 1911 otra comisión americana inspeccionó los restos, llegando a la misma conclusión aunque esta vez prescindiendo de expertos externos al la Marina americana.
En 1971 el Almirante estadounidense Rickover, jefe de la flota de submarinos nucleares, llegó a las conclusión de una explosión interna, seguramente accidental.
La comisión española, después de ver las mismas pruebas y añadir opiniones de expertos internacionales, llegó a la conclusión de una explosión interna del barco.
John Blandín, oficial americano que quiso declarar ante la comisión española, fue repatriado con urgencia e ingresado en un manicomio donde no tardó en morir “intoxicado”.
Resultaba obvio que los españoles no querían provocar una guerra, pero los norteamericanos sí.
Un día antes de la declaración de guerra americana, la Marina de este país ya atacaba a barcos españoles.
El ejército español.
A los casi 14.000 soldados de reemplazo que hacía “la mili” en la isla se llegó tras la rebelión del año 95 a más de 180.000 reclutas.
Al estallar la guerra con los Estados Unidos de America, las tropas españolas sobre el papel sumaban más de 150.000 hombres. Sin embargo, se reducían en la realidad a 89.000, el resto o no eran combatientes, o estaban enfermos.
Estos hombres estaban dispersos por toda la Isla, a menudo en pequeños fortines de pocas decenas de hombres, en un intento mantener el orden en toda Cuba. Aunque impidiendo así concentrar tropas para dar un golpe decisivo a los rebeldes.
El jefe español era el general Blanco, con larga experiencia en la lucha contra guerrillas, aunque nada brillante, y ninguna en la guerra más directa. Blanco durante la rebelión de Filipinas fue destituido por demostrarse demasiado dialogante y timorato con los rebeldes. Y parece que esa fue la razón de su nombramiento para Cuba en una época en que el Gobierno español quería seguir una línea de concesiones.
Blanco dividió al estallar la guerra el ejército en cuatro grupos, cada uno para defender una amplia zona.
El IV de estos Ejércitos era el liderado por el general Pombo, que pese a sus ascensos fulgurantes anteriores, mostraría una gestión lamentable en su zona de Santiago de Cuba.
Una parte importante del ejército eran los cubanos españolistas, llegando a unos 30.000 voluntarios. Valiosos por su conocimiento de la zona, aclimatación y motivación (odiaban más que los españoles peninsulares a los independentistas). Pero a veces exaltadas y difíciles de controlar.
El ejército de los Estados Unidos de America.
A pesar de contar con más del triple de población de España en la época, los norteamericanos habían reducido su ejército a 25.000 soldados profesionales después de su guerra civil de Secesión entre el norte unionista y el sur independentista.
Estaba disperso en su mayoría entre los fuertes del Oeste que controlaban el territorio de los indios.
En varios meses después de la declaración de guerra, los voluntarios sumaron más de 275.000. Permitiendo defender el país mientras casi todo en ejército profesional junto a voluntarios iba a Cuba.
Existieron muchas complicaciones para equipar y organizar todo el nuevo ejército, pero en esos meses los españoles no hicieron nada para aprovecharlo.
El V Cuerpo, en Tampa (Florida) fue el elegido para ir a Cuba, con unos 17000 hombres de los que 14000 eran soldados veteranos.
El jefe americano era el general Nelson, que tenía experiencia en las guerras de Secesión e indias.
La guerra: Planes y preparativos
La primera consecuencia de la entrada en guerra fue la confusión.
Los americanos manejaban cifras sobre los soldados españoles capaces de combatir en la isla, entre las 50.000 y 200.0000; teniendo quehacer planes sobre un considerable margen de error sobre los menos de 90.000 reales.
Lo mismo sucedía sobre informes de despliegue de tropas, tipo de fortificaciones etc. Fallos aireados por la prensa de ambos países con saña.
El jefe español, general Blanco, deseó en un principio concentrar tropas en puntos clave para poder rechazar el desembarco. Pero la mayoría de sus generales subordinados, no querían dejar sus respectivas zonas si protección frente a los mambises los rebeldes cubanos) por miedo a perderlas, y la falta de carácter y decisión del General Blanco permitió que esta visión de tratar de retener todo el territorio posible, confiando el fallo del desembarco americano a las enfermedades y el clima, como les sucedió a los ingleses en el siglo XVIII.
Blanco, una vez descartada la concentración de tropas, ordenó, a cada grupo a cargo de un general, que en sus respectivas zonas, vigilasen las costras, fortificasen los lugares de desembarco y destruyesen las infraestructuras que pudiese usar para desembarcar el enemigo.
Sin embargo, los generales, más preocupados de que sus dispersos hombres mantuvieran esa dispersión para controlar el terreno, no las llevaron a cabo de forma eficaz.
Se produjo un fallo en la cadena de mando, de forma que las instrucciones que partían del general jefe, se iban “diluyendo” en su ejecución a medida que bajaban por los distintos rangos hasta llegar a las tropas que debían cumplirlas.
En el que sería el lugar de desembarco americano en la Zona de Santiago de Cuba, bajo mando de Linares, por ejemplo, de los seis puntos fuertes para fortificar que hubiesen sido un duro obstáculo a los norteamericanos, no se fortificó ninguno por falta de personal (disperso por toda la provincia) y no se trato de demoler los plantanales de Daiquirí que vinieron muy bien a los estadounidenses para desembarcar,
Los norteamericanos fueron más diligentes. Espoleados por la prensa amarilla y la opinión pública, trataron de reconocer las costas y darles armas a los rebeldes cubanos. No tenían planeado un ataque serio a Santiago salvo en el improbable caso de que la flota española se quedase allí encerrada…cosa que sucedió finalmente.
El 29 de Abril, cuando una brigada estaba a punto de ir a Cuba, al enterarse de que seis barcos españoles de guerra habían sido vistos cerda del cabo de Cuba más Próximo a la costa de EEUU, se abortó y se produjo una tensa espera de todo el ejército americano, que no disponía de ni una batería de artillería costera en la zona para impedir un ataque español a suelo americano.
La guerra: Desembarco y primeros enfrentamientos
Ante el sorprendente hecho del encierro de la flota española en Santiago, se puso en marcha el plan de emergencia para desembarcar en la zona.
El embarque de las tropas americanas fue bastante caótico, los hombre llegaban si el equipo necesario y se produjeron todo tipo de fallos logísticos y de seguridad, pero los españoles, encerrados en Cuba, no amenazaron el embarco ni sabían de sus problemas.
La travesía y el desembarco en Cuba también sufrieron un cúmulo de inconvenientes, retrasos y falta de preparación adecuada. Y tampoco los españoles los aprovecharon ni fueron conscientes de ellos.
Informados los americanos por los rebeldes cubanos de los pocos hombres que defendían el obvio lugar de desembarque de Daiquirí, y coordinados con ellos para copar a esta guarnición y aprovechar las estructuras de los platanares para desembarcar, estos lo llevaron a cabo.
Por su parte, pese a las recomendaciones del “jefe” español Blanco, el general español de la zona (Linares) prefirió mantener la dispersión de sus propas y despreció los platanares dejando su voladura para última hora, cosa que se hizo con prisas y bajo fuego enemigo de forma chapucera e ineficaz.
Tal y como los americanos planearon, la superioridad numérica de los estadounidenses por delante y los rebeldes cubanos por detrás, obligó a los pocos españoles de la zona a retroceder para no quedar rodeados. Pudiendo los norteamericanos desembarcar sin una oposición que habría sido muy difícil de producirse, dados los problemas para desembarcar que tuvieron incluso sin enemigos.
Nada más tocar la playa, los americanos avanzaron por un desfiladero que les habría provocado una carnicería…de haber españoles allí. Pero estaba sin guarnición. Los americanos impidieron los movimientos de las tropas costeras españolas, ya que al estar la flota española encerrada en Santiago, podían bombardear con sus barcos a placer a las unidades enemigas.
El general Linares, al informar de la presencia enemiga en su zona de Santiago de Cuba, le resta importancia nada menos que al desembarco americano en Cuba.
Posteriormente, en lugar de avanzar con tropas sobre Daiquirí y Siboney, los mandos españoles decidieron entregarlos sin lucha.
El caso de Siboney, posición mucho mejor para desembarcar que los americanos aprovecharon bien, era “un acantilado insalvable” al que los americanos tuvieron que llegar desembarcando en el agua y haciendo avanzar a sus tropas “con el agua al pecho”…pero no tuvieron que pegar un solo tiro; los mandos españoles renunciaron a esa posición fuerte sin lucha.
La guerra: Tres combates menores pero decisivos.
El combate en las Guarismas fue un hecho casual; luna brigada de caballería americana entro en contacto con los españoles que estaban allí antes de que estos cumpliesen las órdenes de sus jefes de abandonar la posición.
Cerca de 1000 americanos, se enfrentaron a 1500 españoles bien atrincherados y repartidos en tres líneas.
Tras un ataque cuesta arriba que agotó a los americanos, que fue detenido por el fugo eficaz de los españoles...el oficial español al mando decidió aprovechar para cumplir las ordenes del general Linares y abandonar esa posición fuerte.
Cuando el jefe español Blanco mandó un telegrama donde educadamente ponía en duda no haber resistido en esa posición ventajosa. Linares respondió ofendido, con un torrente de excusas y pidiendo ser relevado, cosa imposible a esas alturas, ante lo que Blanco se disculpó y le dijo que hiciese lo que creyera oportuno.
La “batalla”, básicamente un intercambio de disparos en la que los americanos salieron perdiendo antes de que los españoles abandonaran incomprensiblemente la posición. Fue buen usado por la prensa americana como propaganda de victoria, y los soldados americanos, hasta entonces indecisos, cobraron confianza al pensar que había logrado hacer retroceder a los españoles con sus empuje.
De haber permanecido los españoles en esa posición fácilmente defendible, los americanos se verían al menos varias semanas retenidos en una zona de Cuba muy insalubre, donde enfermedades como la malaria hacían estragos, pudiendo aniquilarlos como a los ingleses en 1741 (la inmensa mayoría de bajas españolas en las guerra de Cuba fue por enfermedad, de hecho). Y sufrir el hostigamiento de las tropas española. Por no hablar de si Linares hubiese mandado refuerzos.
En cambió, obtuvieron una posición ventajosa y bien comunicada sobre Santiago de Cuba y la flota española encerrada en ella.
Linares se encerró en Santiago de Cuba, dando la iniciativa a los americanos, y se equivocó en los objetivos de estos, además de seguir más preocupado por los guerrilleros cubanos que por los estadounidenses.
Los estadounidenses decidieron aprovechar la falta de iniciativa española y la dispersión de sus defensas, para atacar el Caney; una pequeña posición defensiva, para forzar un lugar desde donde atacar Santiago de Cuba.
Casi 5.300 soldados americanos, con cuatro cañones de 75mm avanzaron sobre la guarnición española de de menos de 400 soldados españoles y 95 civiles voluntarios cubanos, repartidos por siete pequeños fortines alrededor del pueblo de El Caney (a 6 Km. de Santiago). Cuando llegaban los americanos, los españoles cavaron trincheras carlistas y aspillearon algunas casas, además de tender algunas alambradas y hacerse fuertes en las casa de piedra.
El jefe español en esa posición era el general de brigada Vara, hombre combativo y decidido, que sería más tarde enterrado con honores por sus enemigos.
En el primer ataque, los americanos fueron rechazados con fuertes bajas por unos 40 soldados españoles. El general americano, lanzó después un ataque directo con casi 2000 hombres, que fracasó frente al fuego de los 300 españoles atrincherados.
Por el sur, 200 españoles pararon a tres regimientos americanos, dos de ellos de soldados profesionales simplemente se mantuvieron a cubierto incapaces de avanzar, pero otro, formado de voluntarios, huyo presa del pánico.
Los americanos reaccionaron con refuerzos, enfrentando más cerca de 7000 hombre a los 527 españoles (proporción de uno a doce). Sin embargo, los nuevos intentos volvieron a fracasar.
En ese momento, un afortunado disparo de artillería americano voló el polvorín español y se pudo tomar el Carey, donde 40 soldados españoles habían resistido ferozmente hasta la muerte frente a 4000 soldados americanos durante 9 horas, que habían a su vez atacado con energía.
Una vez en el pueblo la superioridad numérica americana impuso, pero los españoles aún resistieron encarnizadamente dos horas. Lugar en el que los españoles lamentarían 55 muertos, mientras los americanos sufrieron 108 muertos además de 500 heridos.
El general español, herido en ambas piernas, fue asesinado por los enfurecidos soldados americanos que lo capturaron, aunque los oficiales americanos se excusaron y le dieron al cadáver un entierro con honores. 14 soldados españoles aislados en un fortín continuaron luchando mientras tuvieron municiones otro día más.
Unos 100 españoles sobrevivientes se abrieron paso a tiros hasta Santiago de Cuba tras la perdida del pueblo.
A pesar de los indicios de la ruta de avance americana sobre Santiago de Cuba. El general Linares, siguió pensando que el ataque sería otro, por lo que frente al Cuerpo de Ejército estadounidense que avanzaba, solo se encontraron unos 400 españoles. Su jefe, el coronel Baquero, puso a unos 200 en trincheras sobre la loma de San Juan, 100 en trincheras alrededor de las lomas y otros 100 y los cañones en le fortín que le servía de centro de mando.
Linares que disponía de más de 5000 hombre para defenderse, los dejó encerrados en Santiago mientras las posiciones alrededor de la ciudad se defendían con 1300 hombre, repartidos entre dos posiciones, frente al ejército americano que sí que concentraba sus tropas a la hora de golpear.
Los americanos se abrieron paso hasta las Lomas de San Juan por u desfiladero en el que los 6000 hombre debían ir en columna de a cuatro, y que habría sido aniquilada si los jefes españoles hubiesen hecho algo al respecto o dispusiesen de más artillería en la zona.
Las primeras unidades americanas en llegar a San Juan, fueron paradas en seco por los soldados españoles, en una confluencia de caminos bautizada “Bloody Bent” (la “curva sangrienta”) por la prensa americana.
Tras un golpe de suerte al encontrar de casualidad caminos de avance alternativos, los americanos avanzaron sobre las colinas de San Juan.
El primer avance fue el de un cuerpo de voluntarios de Nueva York, que fue rechazado con tanta firmeza por los españoles que se desmoronó, permaneciendo cuerpo a tierra sin avanzar ni obedecer órdenes mientras recibían fuego enemigo.
El irritado coronel Wikoff mando tres regimientos de refuerzo diciéndoles que “no tuviesen miramiento con esa gentuza”, y que avanzaron esquivando cuando no pisoteando a los aterrados voluntarios neoyorquinos.
Estos refuerzos recibieron el fuego español, sufriendo bajas que incluían al propio Wikoff y a los dos jefes americanos siguientes.
Los voluntarios de Nueva York, al verse libres de fuego enemigo, comenzaron a disparar desde la maleza por detrás de sus compañeros, causando más bajas a los soldados profesionales americanos que tenían delante que a los españoles.
Aunque la prensa amarilla americana “adaptó” la historia para el público.
Un poco después después, 400 soldados y 400 “rough riders” atacaron apoyados por ametralladoras la colina “Kettel”. Defendida por 50 españoles que causaron 150 muertos a los americanos antes de retirarse.
La primera línea de trincheras de la loma de San Juan fue finalmente tomada gracias al uso de los americanos de ametralladora Gatling que barrieron las trincheras españolas, causando un centenar de muertos, mientras dos brigadas atacaban colina arriba, que en un primer momento fueron rechazados y finalmente lograron imponer su superioridad numérica.
La segunda línea, en la que Linares contaba solo con unos 100 enfermos y heridos y una compañía de marineros resistió como pudo.
En San Juan los españoles sufrieron 226 bajas (37% del personal) y los americanos 926 (15% del personal).
Los americanos rodearon en buena parte la Ciudad, aunque con graves problemas de suministros y mal tiempo que llegó a provocar conatos de deserción entre las tropas.
La resistencia feroz de los soldados españoles hizo dudar a los jefes americanos, que dirían que tomar Santiago Por la fuerza era “imposible” y estaban considerando retirarse algo hacia posiciones más fáciles de defender por temor a un contraataque español.
Sin embargo, el general Shafter amenazó a Linares con bombardear la ciudad si no la rendía (lo que no podía hacer por falta de medios), como una especia de “farol”. Que Linares, desesperado por la falta de suministros en la ciudad, pareció tomar en serio.
Sin embargo, la destrucción de la flota española el 3 de julio, acabó con toda esperanza española antes.
La guerra: La flota
La fuerza de la flota española descansaba en un tipo de barcos concebidos para, llegado el combate, usar su mayor velocidad para mantener las distancias y la iniciativa frente a otros más pesado. Mientras que los estadounidenses tenía en barcos fuertemente preparados para la potencia de choque.
En la realidad, los barcos españoles estaban mal mantenidos, y los marineros tenían baja instrucción, por lo que la ventaja de velocidad era muy discutible.
Al comienzo, con Cuba como base cercana a EEUU, y con barcos en teoría más veloces, en otros países se comentaba la posibilidad de los españoles de acosar las costas americanas. Pero no contaban ni con el estado real de la Armada, ni con su jefe.
El Almirante Topete, jefe español, era un derrotista. Se pasó la mayor parte del tiempo quejándose del estado de su flota y poniendo excusas para no combatir, finalmente, se encerró en el puerto de Santiago de Cuba. Donde perdía la ventaja de la velocidad y quedó rodeado de la flota americana, que lucharía al choque tal y como estaba preparada.
Después de que el Gobierno español le obligase a salir. Lo hizo a plena luz del día, pensando más en recuperar los náufragos de la derrota que en poder escapar de verdad. Y los barcos españoles salieron de uno en uno, haciendo así de desfile ante una flota americana que solo tuvo que practicar el tiro al plato para hundir barco tras barco, en al algo más parecido a un fusilamiento que a una batalla, a la armada española.
Consecuencias
Por parte española, el desastre de Cuba fue un golpe moral durísimo, a un país que ya había soportado un siglo de decadencia y guerra civiles. Y fue el comienzo de una ola de pesimismo y autodesprecio nacional, que se estableció en la intelectualidad española y se extendió al resto de la sociedad.
También supuso el fin de las costosas guerras de Cuba, alivio al que se sumó la vuelta de los capitales en la isla y su inversión en España. Además de dejar un matadero para los jóvenes quintos españoles. Estas ventajas fueron en gran parte liquidadas cuando los políticos españoles se buscaron otro matadero, encima estéril, en el norte de Marruecos años después.
Los grandes responsables del desastre, tanto políticos como militares, no solo no recibieron castigo, sigo que con una campaña de propaganda se le ensalzó como héroes a fin de echar tierra sobre el asunto.
Así tanto el pusilánime Blanco, como el incompetente Linares, fueron ensalzador y premiados, y Linares incluso tuvo tiempo años después de involucrase en otro desastre en Marruecos. Mientras el derrotista e incompetente Topete pasó a ser una suerte de héroe trágico.
Los sufridos quintos españoles, habían demostrado en las pocas ocasiones en las que se les dejó resistir, que en buenas posiciones eran capaces causar graves daños y parar a tropas americanas incluso 12 veces más numerosas, resistiendo hasta el final. Pero sus jefes no estaban a la altura.
El cabeza de turco fue un viejo general sin más responsabilidad que asumir la defensa de Santiago al final, ya perdida esperanza, y que firmó la capitulación. Machacado por la prensa española, y abandonado por sus compañeros a su suerte, moriría poco después amargado.
No solo no se castigó a los responsables directos del desastre. Dentro del ejército no parece que se asumiesen los fallos detectados, en especial sobre el espinoso asunto de la falta de eficacia de los oficiales y el deterioro da las órdenes a través de la cadena de mando. Algo que volvería a pasar factura al ejército español en Marruecos años después. Tampoco las consecuendias de dispersas a las tropas tratando de abarcarlo todo, de forma que el enemigo solo tuviese que concentrarse para ir venciendo a focos aislados uno a uno, parece que fuesen asimiladas por los oficiales españoles, que repetirían el error en los años 20 en Marruecos en otro desastre.
Pero los militares echaban la culpa a los políticos y estos a los militares, negando cada uno la suya. En una costumbre que se repetiría en el siglo XX.
Por parte americana, sí que parece que aprovecharon las lecciones de la guerra, el uso de armas menos modernas que los españoles por sus soldados, que les dio problemas, fue solucionado, también parece, teniendo en cuenta la evolución militar americana posterior, que tomaron buena nota de la importancia de apoyar a sus hombres con artillería y fuego pesado, en evitar atacar expuestos a posiciones en desventaja, y de los problemas que puede dar una mala logística.
La fácil victoria sobre España, fue el espaldarazo definitivo a la llegada de EEUU al rango de gran potencia. Y a su política intervencionista.