La creación de la Sociedad de naciones en 1919 significó un enorme logro en la historia de la cooperación internacional. Habría que formular un código común de intereses entre todos los países miembros. Las dificultades surgidas se debieron, entre otras cosas, al cúmulo de intereses económicos en oposición, a los furiosos nacionalismos y aún escasa voluntad para el desarme. Todo ello lo llevó al fracaso. De todas formas, la Sociedad de naciones sentó el precedente de la agrupación de voluntades para el orden mundial.
El periodo entreguerras estuvo también caracterizado por la formación de dictaduras o estados totalitarios, que combatirían furiosamente al comunismo del liberalismo económico, y que conseguirían su proceso económico a costa de muchas vidas, de trabajos forzados y de libertad. El nazismo alemán y el fascismo italiano fueron los tristemente célebres protagonistas de esta parte de la historia.
Los países vencedores de la primera guerra vivieron en la posguerra una época de seguridad y de prosperidad un tanto artificial. La crisis económica las deudas de guerra y la expansión de las ideas bolcheviques y de los movimientos totalitarios, mantuvieron un estado permanente amenaza a sus sistemas parlamentarios.
Cuando tales países empezaron a reconstruirse, y a salir del trauma de la guerra, el hundimiento de la Bolsa de Valores de Nueva York, en 1929, los envolvió en una nueva pesadilla.
Se adoptaron medidas de emergencia y múltiples mecanismos para aliviar el hambre, el desempleo y el deterioro de la producción, pero no fueron suficientes. La forma que encontramos todos los países, democráticos o no, para salir de la severa crisis fue la producción a gran escala de armamentos y productos bélicos. Se abría con ello la puerta a la Segunda Guerra Mundial.
Los regímenes totalitarios.
Hasta antes de la primera guerra, los países europeos, con excepción de Rusia, se regirán bajo el modelo de democracia liberal. Es decir, en forma más o menos eficiente, había una competencia de partidos políticos, elecciones democráticas y un poder ejecutivo controlado y supervisado por el parlamento o Congreso. Después de la guerra, la crisis económica y política impulsó movimientos revolucionarios que eliminaron las ideas y usos democráticos y que condujeron a dictaduras totalitarias. Las hazañas de Lenin en Rusia fueron tomadas en otros países como ejemplo para las revoluciones subsecuentes. En Italia, la dictadura anticomunista se llamó fascismo y en Alemania nazismo. La influencia de los totalitarismos se extendió a otros países en la desesperada búsqueda por salir rápidamente de sus crisis económicas. Los brotes se extendieron incluso países con una vieja tradición democrática, como Gran Bretaña.