En el siglo XVI la India, junto con China, producían el 60 por ciento de la riqueza en el mundo, lo que despertó el apetito colonialista europeo. La sobreexplotación y el mal gobierno al que fue sometida acarrearon su decadencia a lo largo de los siglos XIX y XX. Pasados los atribulados años que siguieron a su independencia, mal digeridas la guerra con Chi- na y la separación de Pakistán, las últimas dos décadas han sido testigo de la eclosión de la mayor democracia del mundo, cuyas raíces hay que buscarlas no tanto en el legado británico como en la propia convicción de la necesidad de que el poder militar se subordine al civil.
Superado el bajón impuesto por la crisis, India ha recuperado la senda de un fuerte crecimiento económico del orden del 7 por ciento anual, apoyado en el outsourcing tecnológico, en la abundancia de hierro y otros minerales, en una poderosa industria del acero, química, textil y farmacéutica (genéricos) y en un competitivo sector de ser- vicios. Entre sus debilidades está el excesivo peso de la población agrícola (51%) sobre el total, la carencia de fuentes de energía (lo que le ha movido a firmar el Acuerdo 123 con los EE.UU. para potenciar la industria nuclear), una deficiente red viaria y de ferrocarril, excesiva e ineficaz burocracia, corrupción, reglamentaciones abusivas, etc. La población crece de forma incontrolada, sobre todo en las zonas más deprimidas, lo que reduce fuertemente la riqueza disponible por indivi- duo. Por eso debe conseguir una tasa de crecimiento estable superior a la actual y más cercana al 10%. A pesar de ello ya hoy 300 millones de indios pertenecen a las clases medias. En 2030 India será el país más poblado del mundo, superando a China. Y, sin embargo, la fuer- za laboral está insuficientemente cualificada para acompañar el gran salto tecnológico. Faltan ingenieros de alto nivel y los que se forman en India se van a trabajar a los Estados Unidos o Europa. Es urgente que India liberalice su economía y mejore sustancialmente su sistema educativo.
Los principales retos internos, aparte de los económicos, dimanan de la gestión de la diversidad lingüística (predominan el hindi y el in- glés, junto con otras 14 lenguas oficiales), religiosa (el Hinduismo es la religión mayoritaria, seguida del Islamismo que practican 156 millones de personas y, en menor medida, el Jainismo) y sociales (muy bajo IDH, grandes desigualdades sociales, pervivencia fáctica del abolido sistema de castas, movimientos revolucionarios como el maoísmo naxalita). Otro problema con que ha de enfrentarse es la próxima su- cesión de la dinastía Ghandi-Nehru: el candidato más probable por el mayoritario Partido del Congreso es el joven e inexperto Rahul Ghan- di, hijo del difunto Rajiv y de la actual Presidenta del Congreso Sonia Ghandi.
Entre sus prioridades internacionales está la de asentar su crecimien- to económico y así poderse constituir en un polo relevante de poder, en un actor global en un mundo multipolar. De ahí que su objetivo sea entrar a formar parte del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas como miembro permanente, para lo que cuenta con el apoyo de Estados Unidos. Este país es, en efecto, el principal aliado de India, pese a su auto-calificación de país no alineado. Las razones son obvias: las po- sibles amenazas a su seguridad procedentes de China y Pakistán y los conflictos latentes a ellas vinculados en relación con Cachemira, Nepal, Myanmar o Sri Lanka.